¿Qué hace que un
poeta de estos tiempos derribe la arquitectura del poder de la civilización
humana, del poder de la fe, del capitalismo, del poder sin tapujos del hombre
como género, del poder que sostiene las injustas vidas de los nuevos
desheredados? ¿Qué hace aquí un romántico con esperanza, un ilustrado
feminista, con fórmulas poéticas no frecuentadas? Yo conozco al hombre y al
poeta que, por separado, se compadecen de Dios por su fracaso, que lo critican
y lo niegan; al ilustrado en este tiempo que no puede, a pesar del peso de su
razón, perder la fe. La cambia de lugar, virtuosamente. Clásico, impecable en
su oficio, no renuncia a la trascendencia, pero le otorga una dimensión
colectiva. ¿Qué hacer cuando todos los poemas son grandes poemas? Llama la
atención su ambición, su insensata costumbre de cambiar el Universo, y lo poco
que pide para sí. Esta es su grandeza.
(Antonio Carmona)